viernes, 25 de noviembre de 2011

Como la droga

Ya lo entiendo...
soy como la droga.
Cuando te apetece preparas mi piel para encenderme con tus dedos y consumirme con tus besos. Te dejas caer en la cama, con las piernas abiertas y los ojos cerrados, y el humo que sale de tu boca te abraza, te envuelve, te obliga a sonreír.
Luego me dejas de lado porque sabes que no me importo ni te importa. Yo estoy para ser fumada, ¿no? Estoy, por ahora, para colocarte (ya habrá otros dedos que sepan como consumirte). Y tú, encantado, das vueltas entre las sabanas como si fuera un cuento de hadas.

Jamás entenderás como me dejo manosear así, pero sabes que en cualquier momento puedes dejarme, puedes dejarte encantar, puedes abandonarte...Abandonarme. Ahí reside la verdadera magia entre tú y yo, más que ausente. Magia no disponible. Y algún día se consumirá el tabaco que envuelven mis brazos (no hay más remedio), pero jamás olvidaré el sabor de tu cabello sobre mi pecho encendido, ni tú olvidarás el tacto de la hierba de mis dientes, despertando tus quejidos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Roma

Iucundum, mea vita, mihi prohonisa amorem

hunc nostrum inter nos perpetuumque fore.
Di magni, facite ut vere promittere possit,
atque id sincere dicat et ex animo, 
ut liceat nobis tota perducere vita
aeternum hoc sanctae foedus amicitiae.
Catulo

Agripa, Bernini, Trivia y Nicola Salvi  deslizaron aqua di virgo entre las pestañas de la muchacha de los ojos verdes. Y así se quedaron con un trocito de su alma y unas míseras monedas. Y allí fue, en la ciudad de las siete colinas, donde aquellos ojos felinos perdieron de vista su pasado entre adoquines, levantando la vista de lo inestable del piso para disfrutar del asombro de su inocencia; para ver, en la perfección de las ruinas, un espejo.