Se levantó por la mañana, temprano. Esa siempre me ha parecido una buena manera de empezar a contar algo, cualquier cosa. Temprano. Esa también. Esa ya no.
Sí, se despertó, temprano. Y, ¿saben que? Precisar sus cirscunstancias no le fue necesario antes de encontrar las gafas. De pronto, hasta lo borroso estaba claro en su existencia, vacilante. Se tambalearon sus principios con el primer bostezo, vacilaron ventrículos y aurículas al compás monótono de un reloj cualquiera, volvió a desequilibrarse, una vez más, la tesis de su alma. Pero ya no. Todo aquello ya no era razón para no aclarar sus retinas y enfrentarse al cosmos. Dejó de ser infranqueable. Se convirtió en coyuntura, en un camino del que no queda sino andarlo, como diría uno de esos omnipresentes. Uno de tantos.
2 comentarios:
¡Has vuelto! Vuelven tus maravillosamente crípticos textos. Me gusta la palabra coyuntura.
El camino adoptado es único, por muchas sendas que queden atrás.
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