sábado, 11 de septiembre de 2010
Rutina
Abre los ojos, hinchados por el sueño acumulado, producto de noches y noches de estudio malgastadas en largos cafés y alguna que otra cerveza, kilométrica. Separa las pestañas y busca las gafas a tientas. Se levanta, palpa el suelo con los pies sin tan siquiera bajar la mirada, ahora ya nítida, y encuentra las zapatillas. Se dirige al aseo, enciende el tubo fluorescente y la disminución apresurada de las pupilas se hace hasta dolorosa, punzante. Se la saca y, en un intento fallido de apuntar, mea. Las mismas constantes vitales de siempre, el mismo azulejo blanco con un ribete de tacitas azules, el de todas las putas mañanas. ¿Qué coño pinta la tetera y todo el jueguecito de tazas a juego en un maldito aseo? Sacude y guarda. Gira el cuerpo noventa grados y se planta frente al espejo para no verse. Baja los ojos y buscar desesperadamente algo de agua fría que arrastre las lagañas y los porqués. Sale del baño sin mirarse los ojos, ni la cara, ni la barba de cuatro días, ni los michelines ni el pelo, que empezaba a ser cada vez menos. Sale del baño sin mirarse el alma en el espejo, por si acaso ya no tiene, por si acaso la rutina se la había quitado sin que él se diera cuenta.
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4 comentarios:
Es verdad, ¿qué coño pinta la tetera?
La dura vida del estudiante y sus dudas existenciales.
Yo es que en el baño hago otras cosas mas escatológicas.
Bonito texto, por cierto.
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Ahora mismo estás haciendo un examen. Espero que te esté saliendo muy pero que muy, muy, muy bien. O algo por el estilo.
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