miércoles, 3 de noviembre de 2010


Ha sido capaz de llegar al punto del que niegan los humanos su existencia. Se ha sentado en la silla de su escritorio, ha mirado por la ventana sin ver y ha clavado unos ojos muertos en la hoja más absurda de todo el árbol: en la caída. Sí, ha podido, ha conseguido llegar al estado de total indiferencia que siempre él le recomendó. "Sí no te importa no existe", decía. Mentía. El muy cabrón había sido capaz de convencerla. Ella, basándose en los razonamientos de quien no debía importarle, errando ya en el inicio, sintiendo lógico lo absurdo, hizo que todo desapareciera. Lo olvidó, no le importaba, ya no existia. "Si ya no me importa no existe", se repetía. Nunca fue capaz de darse cuenta de que aquella indiferencia se lo llevó todo y dejó solo una frase: "no me importa". Dejó una frase capaz de contener la indiferencia y con ella la nada, y con ella el algo, y con ella a él. En cada palabra, en cada letra, en cada trazo imaginario de aquella secuencia estaba contenida la unión efímera de la que ella jamás se separaría; de la que él se separó hace ya tanto. Volvió a mirar por la ventana, se levantó de la  silla. Con la tranquilidad que solo es capaz de dar la seguridad subió la persiana y saltó, feliz.

Sobre la mesa solo quedaron dos frases subrayadas en el texto de una mala revista:


Ya, por no hacer, no hace ni frio.
Ya, por no sentir, no siento ni miedo.

5 comentarios:

Laura Drop R. dijo...

Me encantó este texto :)

estrella de los tejados dijo...

qué bueno! me encantó! :D

Eco dijo...

¿Y voló?

Eco dijo...

Te he escrito. Mira el comentario anterior, ¡Es mío!

¿Quién ha dicho que algo deba ser infinito? Pero, con lo poquito que dura la vida, qué menos que eso, ¿no?

Rocío dijo...

Me encanta tu blog!