domingo, 11 de marzo de 2012

Sabía que el causante de todo aquello fue el reflejo del espejo enmarcado en cobre que presidía el salón de su memoria. Le vino a la cabeza el mosto de recuerdos que tantas veces alcoholizó sus venas en el lugar que no quería ser tiempo. Fermentaron en su mente realidades que nunca habían sido y no serían jamás. Cerró el puño. Se armó de valor y se echó a llorar.
(Es imposible romper un espejo invisible.)