lunes, 19 de diciembre de 2011

Paradójico.
Antitético.
Absurdo.
Burdo.
Ruin.


Pensar que nada significa.
Todo.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Como la droga

Ya lo entiendo...
soy como la droga.
Cuando te apetece preparas mi piel para encenderme con tus dedos y consumirme con tus besos. Te dejas caer en la cama, con las piernas abiertas y los ojos cerrados, y el humo que sale de tu boca te abraza, te envuelve, te obliga a sonreír.
Luego me dejas de lado porque sabes que no me importo ni te importa. Yo estoy para ser fumada, ¿no? Estoy, por ahora, para colocarte (ya habrá otros dedos que sepan como consumirte). Y tú, encantado, das vueltas entre las sabanas como si fuera un cuento de hadas.

Jamás entenderás como me dejo manosear así, pero sabes que en cualquier momento puedes dejarme, puedes dejarte encantar, puedes abandonarte...Abandonarme. Ahí reside la verdadera magia entre tú y yo, más que ausente. Magia no disponible. Y algún día se consumirá el tabaco que envuelven mis brazos (no hay más remedio), pero jamás olvidaré el sabor de tu cabello sobre mi pecho encendido, ni tú olvidarás el tacto de la hierba de mis dientes, despertando tus quejidos.

martes, 15 de noviembre de 2011

Roma

Iucundum, mea vita, mihi prohonisa amorem

hunc nostrum inter nos perpetuumque fore.
Di magni, facite ut vere promittere possit,
atque id sincere dicat et ex animo, 
ut liceat nobis tota perducere vita
aeternum hoc sanctae foedus amicitiae.
Catulo

Agripa, Bernini, Trivia y Nicola Salvi  deslizaron aqua di virgo entre las pestañas de la muchacha de los ojos verdes. Y así se quedaron con un trocito de su alma y unas míseras monedas. Y allí fue, en la ciudad de las siete colinas, donde aquellos ojos felinos perdieron de vista su pasado entre adoquines, levantando la vista de lo inestable del piso para disfrutar del asombro de su inocencia; para ver, en la perfección de las ruinas, un espejo. 

jueves, 27 de octubre de 2011

La desgana, existente, se entremezcla con el deseo al referente.
Suprasub.
Realismo, adornado de pestañas tan postizas
que, por tener, no tienen ni párpado,
que, por morir, ya ni nacen.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Trainspotting

"Es cierto, todo ha cambiado. La música ha cambiado, el sexo ha cambiado. Dentro de unos años no habrá hombres ni mujeres: solo gilipollas."

viernes, 16 de septiembre de 2011


He dejado de comprar lombrices de gominola en el quiosco que está junto a la escuela. He dejado de analizar lo brillante del rojo de las manzanas. He dejado de susurrar poemas mientras paseo; he dejado de pasear. He dejado de comprar horquillas para recoger mi pelo y no encuentro el carmín rojo. He dejado de buscarlo. He dejado de suspirar entre el polvo de la tienda de comics y libros de tercera mano de la esquina de aquel barrio. He dejado de suplicar a mamá que hoy haga mi comida favorita. He dejado de combinar el tono de mis ojos con el de esa camiseta verde que tanto me gustaba. He dejado de abrir la ventana los días de lluvía para que el agua me acaricie la cara. He dejado de demostrarte. He dejado de intentar escribir, sin conseguirlo, poesía. He dejado de leerla. He dejado de vivir. 
Consecutivo.

martes, 30 de agosto de 2011

Roto

Y una sutil ráfaga de viento rompió aquel jarrón chino que compró cuando cumplió los quince años en una tienda de antigüedades. Que estaba nuevo, ponía en la etiqueta que colgaba de una de las asas anudad con un fino plástico dorado. Nuevo. Y crash. Se partió en dos pedazos. Y allí lo dejó, mientras miraba el primer cajón de la mesilla, lleno de tubos de pegamento; mientras miraba el armario escobero de la cocina, entreabierto. Y allí lo dejó, partido en dos pedazos. Crash.

lunes, 22 de agosto de 2011


Le mordí la sonrisa. Le mordí la sonrisa  y el extasis se deslizó por la cara interna de mis muslos, sereno como el agua que corría por nuestras pieles, rápido como mis ideas, que, esquivas, huían de mi mente. Y me hizo el amor con la mirada,  me hizo el amor con el marfil, experto, de su boca, me hizo el amor con el azabache rodeado de abejas de sus ojos, con sus dedos de los pies. Y después acarició con cada milímetro de mi aliento su piel desvestida, su alma desnuda.
Y yo no hice otra cosa  más que morderle la sonrisa, sin que él se diera cuenta.

domingo, 29 de mayo de 2011

Adelante, intenta desarmar mis pilares, no es tan difícil.Ni siquiera es necesario  que retires uno a uno los ladrillos sustanciales de este edificio de nueva construcción que es mi alma.Vamos.Golpea, suave, el muro que contiene el umbral de resistencia de la presión de mi sangre.No ibas a ser el primero que intenta que este extraterrestre desee abandonar la tierra. Tampoco el último.  

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cambio

Se levantó por la mañana, temprano. Esa siempre me ha parecido una buena manera de empezar a contar algo, cualquier cosa. Temprano. Esa también. Esa ya no.
Sí, se despertó, temprano. Y, ¿saben que? Precisar sus cirscunstancias no le fue necesario antes de encontrar las gafas. De pronto, hasta lo borroso estaba claro en su existencia, vacilante. Se tambalearon sus principios con el primer bostezo, vacilaron ventrículos y aurículas al compás monótono de un reloj cualquiera, volvió a desequilibrarse, una vez más, la tesis de su alma. Pero ya no. Todo aquello ya no era razón para no aclarar sus retinas y enfrentarse al cosmos. Dejó de ser infranqueable. Se convirtió en coyuntura, en un camino del que no queda sino andarlo, como diría uno de esos omnipresentes. Uno de tantos.

lunes, 11 de abril de 2011

Cerrado por reformas

La casa de muñecas volverá, cuando consiga despeinarse de nuevo y cuando vuelva a tener gana de escribir gilipuerteces. Mientras, no duden de que les siga leyendo, señores.

martes, 29 de marzo de 2011

-Lleno las hojas de la vida con letras en blanco que se ahogan por tenerte entre mis brazos solo, tan solo una vez más. Nos imagino haciendo paliativas disculpas con silencios, amor, y se me escapa el alma. Se me escapa y se va a buscarte, y me deja aquí, en la ducha donde se entremezclan tus recuerdos y mis sábanas de lunares de colores.
-No, si a mí todo eso me parece muy bien, pero ¿vamos a follar o que?

miércoles, 16 de marzo de 2011

El lagrimal se descubre.La cortina torpe que me aisla de la luz sigue el recorrido de un vaivén.El bullicio de la vida se me desliza  por la espalda.Siento el tacto mecánico y triste y solo y absurdo y lento de un ser que no es. Los días, vestidos, son cada vez más largos. La vida, cada vez más corta.

martes, 15 de marzo de 2011

Dos frases.

Alguien me había mirado desde la verticalidad de su sombra, repetida como una presencia oscura en el espejo del tocador, que iba siendo escarchada por la primera luz opaca del amanecer, alguien había dicho mi nombre y jadeado contra mí mientras unos dedos sabios y múltiples como patas y hocicos de pequeños animales buscaban en mis bolsillos y en los pliegues más hondos de mi ropa, y yo había intentado defenderme con una tenacidad imaginaria, porque soñaba que me revolvía y que daba patadas pero permanecía inmóvil, apretando los dientes con un brío tan furioso que los notaba como desmoronándose en mi boca, queriendo abrir los ojos y manteniéndolos cerrados hasta que me dolían. Alguien respiraba en la habitación y cuando yo creía abrir los ojos solo estaba soñando que los tenía abiertos, y lo que veía eran las imagenes de un sueño que tal vez se parecía a la realidad igual que esa sombra que estaba mirándome se parecía a su doble inverso del espejo.

Muñoz Molina. Beltenebros.

martes, 8 de marzo de 2011

Somos cuerpo y somos alma. 
Somos, como dijo sin querer aquel filósofo, vista y razón. Y no, no se equivoquen: no hay en ninguna de las dos más virtud que en la anterior. O en la siguiente.

lunes, 7 de marzo de 2011

No sabes lo que tienes.

No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes
La trivialidad de aquella frase se encontró con el frío del suelo de su habitación tras deslizarse por el estrecho túnel que conformaba el marco de su puerta y el piso. Entreabrió la cuartilla y, en una esquina, remató el enunciado:

O parece que lo pierdes

Después, rompió el papel en cuatro pedazos y lo depositó en la papelera de su escritorio para coger la chaqueta, abrir la puerta y pisar el fango. O el mundo. O la irrealidad.

sábado, 5 de marzo de 2011

Don Pedro

Un día, en su vieja droguería, Don Pedro me comentó que siempre había pensado que la madurez llega de la mano de la constancia, de la monotonía, de lo insípido del asfalto que pisan los rebaños, del olvido del interés por lo inservible. Supongo que porque pensaba todo aquello aquel hombre de ya ochenta años y pelo cano se levantaba los sábados tras una semana agotadora de trabajo para pasear en su destartalada bicicleta sin frenos por aquellos, como él llamaba, "caminos de Dios". Deambulaba por la huerta hasta llegar a la orilla de una acequia donde crecían unas margaritas blancas preciosas, cogía un pequeño ramillete y lo llevaba a casa; después lo colocaba en un jarrón de cristal brocado y esperaba, sentado en su sillón blanco de mimbre, lo apacible de una sonrisa. Cualquiera.

domingo, 27 de febrero de 2011

Nunca me podré alejar de ti


Me despierto pensando si hoy te voy a ver,
pero es inútil negarlo: tu me estás atrapando otra vez.
Eres un ángel maldito, eres la dama más cruel.
Un arma de doble filo: contigo sólo puedo perder,
tu me estás atrapando otra vez.

Y aunque alguien me advirtió, nunca dije que no,
y ahora tengo que esconder las heridas.
Y ese pulso que jugué, porque quise lo perdí,
¡Nunca me podré alejar de ti!
Te extraño cuando llega la noche
pero te odio de día,
después me subo a tu coche
y dejo pasar la vida.

Debería dejarte,
Irme lejos, no volver.
Pero es inútil negarlo: tú me estás atrapando otra vez,
contigo sólo puedo perder.

Y aunque alguien me advirtió, nunca dije que no,
y ahora tengo que esconder las heridas.
Y ese pulso que jugué, porque quise lo perdí, nunca me podré alejar de ti...

jueves, 24 de febrero de 2011

Le dio por pensar que lo más parecido a la utopía absurda que es la felicidad era la esperanza. Se sustentó en ella, la convirtió en su verbo transitivo, se empeñó en reducir la acción a la ausencia para que su eterno (y único) camino a la ilusoria ventura fuera la inanición del alma.

Encontraron su cadáver tres semanas después de su muerte entre mierda envuelta en celofán. El forense no supo dar respuesta, yo juraría que aquel pobre hombre falleció de aburrimiento. Agudo.

martes, 15 de febrero de 2011

No, no había nada que hacer

No tenían motivos, por no hablar de razones y argumentos. Rechazaron, conscientes, cualquier pretexto que justificara un atisbo de lógica en miradas cómplices, en sonrisas aún más cómplices, en sus sonrientes sinceridades. Le dijeron adiós al lugar y el tiempo de su acción, a la sensatez de las marchas, a asistir direcciones. La existencia de aquel él y aquella ella no encontraba sustento, (quizá nunca lo necesito), (quizá levitaba).

Un día, ilógicamente, la lógica se apoderó de sus pieles y, peor aún, de sus cabezas. Volvieron, en burdos intentos planteados en la razón, a desvestirse de argumentos, pero lo ilógico de la lógica pudo con ellos. No, ya nada volvería a ser como antes, por mucho que, obstinados, lo intentaran. Con todas sus fuerzas.

sábado, 12 de febrero de 2011

Amable amor amado, fuerza de irreverente debilidad, utopía absurda de tantos, objetivo eterno de todos, pestañea. No cierres los ojos, jamás los abras. Solo pestañea. 

Sincérate, ambos sabemos que necesitas gafas nuevas.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cobarde

El segundero rozó el 61 cuando él decidió cerrar la puerta y los ojos. Sin expectativas más allá de las preconcebidas, con cristales de caucho y sin filo y la boca seca se armó de valor cobarde y le dijo adiós.
-Arrivederci, donna, tienes que tener trampa-pensó.
Acto seguido se dirigió a una administración de lotería.

-Deme usted todos los números, si es tan amable.
-¿Todos los números señor? Le costará una pequeña fortuna.
-Sí usted supiera, señora, lo que es una verdadera fortuna...
-¿Cómo dice?
-Que también incluya la de Navidad, sí no es molestia. 

martes, 1 de febrero de 2011

Nunca dejes de correr

Aquel día, sin niguna razón en particular, decidí salir a correr. Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el condado de Greenbow. Noté que si había llegado tan lejos, tal vez podía correr a través del gran estado de Alabama. Y eso fue lo que hice. Corrí atravezando Alabama. Sin niguna razón en particular segía corriendo. Corrí derecho hasta el océano. Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos, y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo. Y cuando llegué al otro océano, noté que debía dar la vuelta y continuar corriendo. Cuando tenía sueño, dormía. Cuando tenia hambre, comía. Cuando debía... tu sabés, iba.
Forest Gump

lunes, 24 de enero de 2011

Felicidad

 Virginia Woolf  Relatos1922-1925

Cuando Stuart Elton se agachó y para sacudirse una hebra blanca del pantalón, este acto trivial, acompañado de un deslizamiento y una avalancha de sensaciones, pareció como un pétalo que cae de una rosa, y Stuart Elton, tras incorporarse y reanudar su conversación con la señora Sutton, sintió que estaba formado por muchos pétalos firme y estrechamente dispuestos unos sobre otros, todos encarnados, todos tibios, todos teñidos de ese brillo inexplicable. Por eso, cuando se agachaba, un pétalo caía. De joven nunca lo había sentido -no-, pero ahora, a los cuarenta y cinco años, no tenía mas que agacharse para sacudir una hebra del pantalón y esta sensación lo invadía rapidamente, esta hermosa y apacible percepción de la vida, este deslizamiento, esta avalancha de sensaciones, de armonía, cuando se incorporaba de nuevo...pero ¿qué estaba diciendo la señora Sutton?
La señora Sutton (que aún se sentía arrastrada sobre los rastrojos y la tierra arada de la primera madurez) estaba diciendo que los administradores le habían escrito, incluso habían concertado cita con ella, pero no había servido para nada. Lo que hacía que las cosas fueran tan difíciles para ella era que, por supuesto, no tenía ningún contacto con el mundo del teatro, porque su padre, toda su familia, eran simples campesinos.(Fue entonces cuando Stuart Elton se sacudió la hebra.) La señora Sutton se detuvo, se sentía contrariada. Si, Stuart Elton tenía lo que ella deseaba, pensó, en el momento en que él se agacha. Y cuando se incorporó de nuevo la señora Suttón pidió disculpas -hablaba demasiado de si misma, dijo- y añadió:
-Creo que eres la persona más feliz que conozco.
La frase concordaba curiosamente con lo que él acababa de pensar y con la sensación del suave y precipitado descenso de la vida y su reajuste perfecto, la sensación del pétalo que caía y de la rosa completa. Pero ¿era eso la <>? No. Esa gran palabra no parecía adecuada en este caso, no parecía referirse al estado de quedar envuelto en pétalos de rosa bajo una intensa luz. De todos modos, dijo la señora Sutton, él era a quien más envidiaba de todos sus amigos. Parecía tenerlo todo; ella nada. Echaron cuentas...él tenía dinero suficiente; ella marido e hijos; él era soltero; ella tenía treinta y cinco años, él cuarenta y cinco; ella no había estado enferma en su vida y él padecía terriblemente, dijo, a causa de cierta dolencia...Soñaba a todas horas con comer langosta y no podía probarla. ¡Eso es!, exclamó ella como si hubiera dado en el clavo. Incluso se tomaba a broma su enfermedad. ¿Era para compensar una cosa con otra?, preguntó ella. ¿Era sentido de la proporción, era eso? Él pregunto qué, aunque de sobra sabía lo que su amiga quería decir, pero rechazo el ataque de aquella mujer atolondrada y devastadora, de modales bruscos, quejumbrosa y enérgica que discutía y se peleaba, que era capaz de derribar y destruir su valiosa posesión, esa sensación de ser -dos imágenes pasaron por su mente al mismo tiempo- una bandera al viento, una trucha en el río, en equilibrio, flotando en una corriente de sensaciones limpias, frescas, claras, brillantes, lúcidas, hormigueantes, contradictorias que, como el aire o el río, lo mantenían erguido, de tal modo que si movía una mano, si se agachaba o decía algo, liberaba la tensión de innumerables átomos de felicidad que se unían para volver a levantarlo.
-A ti no te importa nada-dijo la señora Sutton-. Todo te da igual-dijo torpemente, gesticulando como un hombre que aplica un poco de masilla aquí y allá para unir los ladrillos, mientras él permanecía muy silencioso, muy críptico, muy comedido y ella intentaba sacarle algo, una pista, una clave, una guía, lo envidiaba, le guardaba rencor y pensaba que si además de su capacidad emocional, su pasión, su habilidad y su talento ella tuviera eso que él tenía, podría rivalizar con la mismísima señora Siddons. Él no se lo decía; aunque debía decírselo.
-He estado en Kew esta tarde-comento Stuart Elton, flexionando una rodilla y sacudiéndose otra vez, no porque tuviese una hebra, sino por cerciorarse con la repetición del gesto que su maquinaria estaba en orden, como en realidad así era.

Y así, si nos encontramos en medio de un bosque perseguidos por una manada de lobos, arrojaríamos jirones de ropa y trocitos de galleta a los infelices animales y nos sentiríamos casi a salvo, aunque no del todo, en nuestro trineo alto, veloz y seguro.
Con aquella manada de lobos hambrientos a la zaga, que devoraban los trocitos de galleta-esas palabras: <Kew esta tarde>>-, Stuart Elton corría raudo entre los lobos de regreso a Kew, al magnolio, al lago, al río, ahuyentándolos con la mano. Entre ellos (porque en ese momento ahroa el mundo parecía lleno de lobos aullando) recordó que la gente lo invitaba a cenar y a comer, que unas veces aceptaba y otras no, y sus sentidos se encontraba allí, en la soleada extensión de hierba de Kew, como si le bastara con mover el bastón para elegir esto o lo otro, ir aquí o allá, hacer trocitos de galletay lanzárselos a los lobos, leer esto, ver aquello, reunirse con él o con ella, ser feliz en casa de un amigo..."¿En Kew, solo?", repitió la señora Sutton.
"¿Tú solo?"
¡Ah!, el lobo aullaba en los oídos de Stuartcontoneándose, había suspirado ante la visión habitual de los amantes, abrazados, allí donde ahora todo era paz, salud, hubo antaño ruina, tempestad y desesperación; y la señora Sutton volvía a recordarle al lobo; solo; sí, completamente solo; pero se recuperó, como se había recuperado entonces, cuando los jóvenes desaparecieron, y se agarró a eso, a algo, a lo que fuera, se agarró con fuerza para seguir su camino, y sintió lastima de ellos.
-Completamente solo- repitió la señora Sutton. Eso era lo que ella no podía concebir, dijo, sacudiendo con desesperación el pelo negro y brillante...ser feliz completamente sola.
-Sí-dijo él.
La felicidad encierra siempre una terrible exaltación. No es alegría; ni arrebato; ni elogio, ni fama, ni salud (él era incapaz de caminar tres kilómetros sin sentirse agobiado); es un estado místico, un trance, un éxtasis que, pese a ser ateo, escéptico, no haber sido bautizado y todas esas cosas, él creía compartir con los hombres que optan por la vía del sacerdocio, con las mujeres en la flor de la vida que recorren las calles con el rostro cubierto bajo un velo rígido como el ciclamen, los labios inmóviles y los ojos pétreos; aunque con una salvedad: a ellos los apresaba; a él lo liberaba. Lo liberaba de toda dependencia con respecto a alguien o algo.

La señora Suttón sintió lo mismo mientras esperaba que Stuart volviera a hablar.
Sí, Stuart detendría su trineo, descendería, dejaría que los lobos se agolparan a su alrededor, les acariciaría sus pobres y voraces hocicos.
-Kew está precioso...lleno de flores...magnolias, azaleas.-Nunca recorcaba los nombres que le decía.

Y eso era algo que ellos no podían destruir. No; pero sí llegaba de un modo tan inexplicable, igual que podía marcharse del mismo modo. Eso había sentido Stuart al salir de Kew, al subir por la orilla del río hacia Richmond. Podía caer una rama, podía cambiar el color, el verde volverse azul o temblar una hoja; y eso sería suficiente, sí; eso bastaría para estremecer, hacer añicos, destruir por completo ese algo sorprendente, ese milagro, ese tesoro que era suyo, había sido suyo y siempre sería suyo, se dijo, inquieto y ansioso; y, sin pensar en la señora Sutton, la abandonó al instante, cruzó la habitación y cogió un abrecartas. Sí; todo estaba en orden. Aún lo conservaba.





Daba vueltas por mi cabeza, cansada, inquieta.
Hoy, la he encontrado escrita.

sábado, 22 de enero de 2011

Defectuoso

Te acercas a mi alma, prometiendo, sincero tú, eternidades.
Te acercas a mi piel, ofreciéndo(me) saliva perecedera mojada en labio efímero.
Me susurras al oído palabras de mentecato, dulzonas, gratas;
y yo solo escucho azúcar.
Te me deslizas por la mejilla convirtiéndote en líquido, 
buscando una comisura que no llega,
que no llegará.

(Porque)

Te acercas a mi mente y no. No me prometes nada. 

jueves, 20 de enero de 2011

Estudio

Entre folios y páginas, entre lápices y equívocos, entre frases destacadas en amarillo chillón que nunca dicen nada; entre, hacia, para, por, según (única preposición tónica del español, cuando aquí lo que hace falta es ginebra). Entre el ser y no ser, entre febrero, junio y septiembre y con dos o tres lavativas de máquina que dicen llamarse café surgen esas preguntas existenciales que solo vienen a tu mente cuando estás sentado más de dos horas. Y entre Edad Media, neogramáticos, alófonos, lavadoras y morfemas que quieren ser lo que nunca podrán ser vienen a tu mente acciones pasadas, recuerdos siempre presentes, memorias eternas, días en los que ganaste todo el tiempo del mundo, pensamientos que te hacen perderlo. El tiempo, jodido tesoro, jodida ambición.

Putos exámenes.

lunes, 17 de enero de 2011

Teatro, vida.

Termina la función. Te secas las pocas lágrimas que has derramado en la última escena y te peinas un poco: el polvo del tercer acto ha tirado una hora de peluquería a la basura (y algo más que eso). Baja el telón y te quedas en el escenario, esperando, con una ilusión sincera que nada tiene que ver con la incertidumbre. No vas al camerino por una razón clara: no tienes. ¿Para qué? El teatro son las tablas, el decorado, las luces, los matices, la realidad de la ficción y la pura falsedad de cualquiera de sus sinónimos.
Esperas. Miras, entre bastidores y cortinas, el patio de butacas. Ves como se marcha ese público carroñero de basura barata, crítico sin juicio y sin límites; ese al que le han regalado la entrada. Te alegras profundamente y te sientas, tranquilo, en el centro del escenario. Esperas. La inquietud comienza a apoderarse de tus piernas y se levantan, nerviosas pero siempre confiadas. Vuelves a echar un vistazo. Los palcos ya están vacíos. En ellos viste, solo unos minutos atrás, a los críticos benevolentes pero sensatos en los que siempre buscaste opinión y consejo. Ves marchar a tu mayor sostén de la mano de cualquier otro y en ese instante piensas. Piensas y no te das cuenta. No eres capaz de encontrar en ti mismo al culpable. No eres capaz de reconocer que esa no es tu mano porque tu no fuiste capaz de ser apoyo y solo fuiste peso, mucho peso. Triste vuelves a tu improvisado asiento, duro y frío, y esperas, aferrado a una esperanza que sabes no existe, a que lleguen esos que han dicho siempre creer en ti, esos que decían tener la palabra amistad como bandera. Desesperado ya, vuelves a asomarte, y los ves marchar, agarrados a otra bandera, afianzados en sus cimientos de hormigón duro y corazones tiernos. 

Es entonces cuando corres a buscar a tu director de escena y entre sollozos, lágrimas, gritos y algún que otro improperio te das cuenta de que lo despediste al cumplir los dieciocho porque pensabas que tú solito podías con todo. Qué inocente fuiste.


miércoles, 5 de enero de 2011

Imperativo

Erotiza el alma y piénsame la piel.
Lame tus recuerdos y duda mis esquinas.
Besa mis neuronas y discúrreme la boca.
Folla eternidades.
Estudia cada polvo.

Muerde pensar; piensa morder.

martes, 4 de enero de 2011

- ¿Tú me quieres Sam?
- ¿A ti que te parece?
- ¿Por qué no me lo dices nunca?
- Como que no te lo digo nunca, no paro de decirlo
- Eso no es verdad tu dices ídem y no es lo mismo
- Todo el mundo dice te quiero, ya no significa nada
- Pero algunas veces necesitas que te lo digan. Yo lo necesito.


Ghost

domingo, 2 de enero de 2011

MALDITO

Me va a perdonar usted, señor calendario, pero se han acabado sus años, sus fiestas y sus días contados. Adiós le digo a su trivialidad normativizada en números negros y rojos, en hojas blancas rodeada de una línea azul que parece encarcelar treinta periodos de veinticuatro horas de tu vida. Hasta la vista horas, minutos y segundos. Hasta más ver día de la Comunidad Autónoma de Navarra y Epifanía del Señor. Ni un solo año va a volver a acabar por la simple razón de que no empezará, porque no volveré a arrancarte esa hoja tuya en la que pone ¡Feliz año!; sé que no la quieres, pero es toda para ti, en venganza de esa sensación de restrospección que provocas en las pupilas llorosas de toda la familia, pensando en los que faltan y no en los que están por llegar. Odio recordar malos momentos sucedido en un espacio de tiempo absurdo y que se me encoja la barriga porque tu has decidido, maldito, que celebremos que te acabas. Nunca para mí volverás a empezar. Se acabó. A partir de ahora voy a contar mi vida en momentos.