sábado, 12 de junio de 2010

Visiones I

Tenía muchísimo que estudiar, los exámenes cada vez estaban más cerca y haber hecho el vago durante el principio del cuatrimestre le estaba pasando factura. Decidió levantarse temprano para ir a la biblioteca. La noche anterior pensó llamar a algún amigo, pero superó la tentación. Si lo hacia estarían toda la mañana comentando el culo de la de azul y las tetas de la que está sentada a lado de la fea de la camiseta negra, por no hablar de los interminables cafés del descanso con sus, por supuesto, correspondientes cinco cigarros.
El despertador sonó a las siete y media y, de manera inexplicable, volvió a sonar cuando el reloj ya marcaba las nueve. Mal comienzo.
Mario se vistió apresurado con lo primero que encontró. Después de mirarse al espejo dio media vuelta y volvió al armario, al fin y al cabo era sábado y, aprovechando su recién estrenada soltería, podría encontrar a alguien con quien estudiar algo más fisiológico que la literatura comparada. Fue al aseo, fumigo sus axilas con el desodorante atrapa-hembras y se lavó los dientes. Salió sin desayunar. Ya se tomaría al llegar unos polvos de café disueltos en agua y una chocolatina de la maquina expendedora.
-Un desayuno deprimente para empezar un día deprimente- pensó.
Llegó a la biblioteca. Genial, ni un sitio libre. Dio unas cuantas vueltas alrededor de las mesas y encontró unos folios en blanco a modo de reserva de uno de los puestos de lectura. Le preguntó a la chica que estaba sentada en el asiento contiguo. Bonitos, preciosos ojos verdes.
-No, no está cogido, se lo había guardado un amigo pero acaba de mandarme un mensaje para decir que al final no viene, puedes sentarte si quieres-.
Con voz entrecortada y casi tartamudeando Mario respondió: -Muchas gracias.
Después de sentarse, sacar los indescifrables apuntes de una tía de cuarto que le había pasado el delegado, bostezar, buscar los bolígrafos, -Mierda, se me han olvidado los subrayadores- volver a bostezar y sacar la botella de agua de litro y medio comenzó a observar el mercado femenino.
-No, venga Mario, ponte a estudiar que has venido a eso, que el examen es la semana que viene y no tienes ni idea- se dijo. Empezó a leer los apuntes, ¿Kant? ¿Froid? ¿Teoría de la significación? ¿Pero que estoy estudiando yo?
Después de reírse de si mismo casi por no llorar volvió a mirar a la chica que le había ofrecido el sitio. Parecía estar sola, pero eso de "estar esperando a un amigo", masculino singular, no pintaba bien. La miró detenidamente: unos ojos verdes realmente grandes se enmarcaban en una larga melena rubia y ondulada. Un lunar redondo y pequeñito presidia una nariz respingona sobre unos labios tersos y carnosos. No estaba nada mal. Hecho una ojeada hacia el escote, pequeñas pero bien puestas. -A ver si se levanta y podemos hacer un repaso general- pensó.
La chica se dio cuenta de que no paraba de mirarla, se giro y le sonrió. Era el momento de decir algo. Mario casi había olvidado aquella sensación, dos años saliendo con Sofía, a la que incluso le costaba llamar "ex", habían hecho mella. Pero no, debía intentarlo, las cosas en su cabeza debian cambiar y ahora tenia la oportunidad de hacerlo. Le devolvió la sonrisa. Ella le mantuvo la mirada. Mario volvió a tartamudear:
-No se puede empezar a estudiar sin un café con leche, aunque sea de la maquina, ¿te apetece?
-Mario, ¿estás estudiando letras para que este tipo de chorradas salgan de tu boca? Ya verás como se ríe de ti- pensó nada mas terminar su pregunta.
La chica sonrió: -La verdad es que no es mala idea.
Bajaron las escaleras de la biblioteca en silencio hasta llegar a la maquina de café. Mario intentó invitarla pero Carmen, así se llamaba la chica, no lo dejó. Salieron fuera y se sentaron en el único banco donde el tórrido sol de junio les dejaba respirar, y hablar, porque entre ellos apareció una extraña y única complicidad que se mantuvo durante las dos horas que duro aquel café que Mario olvidó entre sus manos. Realmente era la chica perfecta: guapa, simpática, femenina pero fuerte, inteligente pero buena, dulce.
Volvieron a subir a enfrentarse a los apuntes. Tras dos o tres horas de intentos de estudio fallidos, miradas complices y sonrisas Carmen comenzó a recoger sus cosas. Se acercó a Mario, le dio dos besos en las comisuras que supieron a mucho y a nada y deslizó un papelito en el bolsillo trasero de su pantalón.

Mario recogió sus cosas poco después de marcharse Carmen. Llegó a casa, dejo los libros encima de la cama, sacó el papel de su bolsillo, miró el número de teléfono. Empezó a llorar. Nunca podría sentir por nadie lo que había sentido durante esos dos años, su vida se había partido en dos y Sofía se había llevado un trozo. Podía intentarlo, podía empezar a ser quien nunca había sido ni nunca supo ser, pero no llegaría a buen puerto. El número de teléfono se emborrono con sus lágrimas.
No, no iba a llamar, le faltaban fuerzas.

1 comentario:

tu lo sabes dijo...

queremos visiones II !!