lunes, 13 de diciembre de 2010

Maldita divinidad omnipotente

Dios sabe que nunca serán tan felices como cuando los ve juntos en la cafetería, haciendo recíprocas sonrisas reflejadas en retinas plagadas de ilusión, ajenos al mundo y a la lengua, insertos como nunca en la literatura, sumergidos en una de esas tranquilidades sencillas, calmas. 

Dentro de quizá treinta o cuarenta años serán ellos quienes recuerden ese momento, con una sonrisa en la cara y un lamento en  el alma. Porque fue Dios, y no ellos, quien se realizó en la perfección de ese momento, en el calor de ese café. 

5 comentarios:

Natalia dijo...

Adoro los cafés con literatura y con buena gente (:

Rocío dijo...

Jolín que bonito Mei, que dulce...

desconocida dijo...

¿Cómo puedo conocerte tanto?

Eco dijo...

Y si Dios se realizara en cada café que se toma... (una pena que yo no tome café, ¿crees que una coca cola le servirá?)

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Mei:
Gracias por pasarte por mi blog, que a su vez ha servido para conocer el tuyo. Todo un descubrimiento. Me quedo.
Un abrazo.