domingo, 25 de julio de 2010

Marfil enamorado y torpe

Solo él puede saber hasta que punto llegó a ser nuestra esta poesía.
Solo a él ya se le habrá olvidado.

Se querían.
Por dios que me lo dijo el verbo
que masticaron entre besos y saliva,
y se les escapaba por las comisuras de los labios.
Y no querían. Se negaban.
Cerraban los labios para que el amor
no se les escapara de la boca.
Y no suspiraban. Y eran todo silencio.
Porque el eco de un beso trae la quimera de su olvido.

Se tocaban.
Se tocaban porque no creían estar ahí.
Necesitaban sentir la realidad de sus cuerpos
bajo las ropas.

Estaban solos, solos, solos…
Porque amar es estar solo, entre unos sueños,
embebido en un gesto que no llega.

Y cómo se miraban.
Tentando al brillo de la noche
que suavísimo se hacía en sus pupilas
de amor.

Ay los besos,
cómo sonaba la savia de los besos…
Como poderosos aullidos que delatan
el amor en el silencio.
Y se absorbían.
Se quedaban sin aliento
y se enredaban,
como si el espesor de los siglos
se hubiera posado por siempre entre sus labios.

Me desgarraban los tímpanos las palabras
que no se decían,
pero que brotaban del aire y de los ojos.
Y se escuchaban.
Se escuchaban en los suspiros
y en el rumor de las ropas bajo sus manos. . .

Y estaban solos, solos, solos…
Sin música. Sin apenas motivos.
Solos con el tiempo de sus besos…

Imaginad.
Imaginad el tacto vivísimo de sus dedos
rozando cada sima de sus cuerpos desnudos
escupiendo amor entre los poros.

Imaginad.
Imaginad también el abismático enigma de sus bocas
y el contacto de sus blancos dientes en los besos
que sonaban cuan marfil enamorado y torpe.

Imaginad, imaginad, imaginad…
Imaginad como ardían sus cuerpos de amor
y como se enredaban en una masa de polvo ciego
y sucio y humeante
mientras celebraban el maravilloso trofeo de estar vivos…

Llegaban voces remotas.
Y tras el rumor inquietante de los besos
llegó el silencio,
perfectísimo silencio,
que reposa ya en la lengua silenciosa
del beso que tragaron los amantes
para que el amor no se les escapara de la boca…

Han cesado los besos. Los suspiros.
Y los labios rojos que el amor no destruye
están mojados de versos y saliva enamorada.
Y se observan. Se miran las manos que dulcemente entregaron
mientras la mañana crece sobre sus cuerpos…

Se querían.
Por dios que se querían.
Y estaban solos, solos, solos...


Virginia Cantó

2 comentarios:

victoria dijo...

Chulisimo.

Fernando Gili dijo...

EXCELENTE

Siempre suyo
Un completo gilipollas