sábado, 4 de septiembre de 2010

Operación

Esperé paseando por el hospital, desquiciada, con el corazón a cien.
-¿Para que coño me abré tomado un café?
-Porque has dormido tres horas y tenías mucho sueño, Maria José.
¿Estoy empezando a hablar sola? Joder. Otro paseo. Vuelvo a la habitación. Mis padres se miran fijamente a los ojos, sin hablar.
-Es una operación sin riesgo. Anestesía local, Maria José. Tranquila.
-Sí, ya, anestesía local, pero el marcapasos hay que desprogramarlo, no tiene ni puta gracia.
-Pero es un riesgo  mínimo, un cardiólogo va a estar a su lado en todo momento. Además, este es el lugar más seguro dónde puede estar.
Bien, volvía a hablar sola. Allí nadie se atrevía a abrir la boca pero por todas las cabezas circulaban los mismos pensamientos, las mismas preguntas, desatados. Desatando los nervios. Haciendo nudos.

Puerta de quirófano. Despacho del médico. Todo ha ido bien. Se dedica a sonreír, a darnos todo tipo de explicaciones a las que solo sabemos responder con un sí. Mi madre se echa a llorar. Puerta de quirófano. Sale otro médico, un tal "anestesista". Todo ha ido bien. Otra vez la misma frase. Se ha portado genial, hemos hablado un rato con él y no se ha quejado en ningún momento. ¿Lo dudabas? Dijo que no le dolía cuando se partió la pierna por tres sitios, no iba a quejarse ahora. Puerta de quirófano, otra vez. No se cuantas veces pude leer el cartel que había encima. "Quirófano de urgencias, solo personal autorizado Por favor, permanezca en la sala de espera". Los cojones. Puerta de quirófano.

Sale la camilla. Miró a mi hermano. Sin gafas solo ve bultos, pero escucha perfectamente las voces. Le digo a mi madre que le ponga ya las gafas, ella le pide permiso a los médicos antes y, tras la afirmación, se las pone. Él sube la mano dónde tiene cogida la vena para ponerselas bien, mira fijamente a mi padre y rompe a llorar. Rompe a llorar como un bebé y joder, yo también. Ninguno de los dos podemos soportar tanta presión. Me quito de en medio. No quiero que me vea así, no quiero que se de cuenta de que él es el fuerte de los dos, aunque creo que ya lo sabe. Mis padres lo acompañan a las camillas de reanimación, pero a mi no me dejan pasar. Sigo llorando. Joder, no puedo parar. La respiración empieza a ser cada vez más rápida. El anestesista viene a hablar conmigo, me mira a los ojos, hace algunos comentarios sobre el parecido entre hermanos  y me dice que el mío le ha hablado de mi durante la operación. También me dice que cuando estaban terminando lo ha mirado a los ojos y le ha dicho "por favor, terminad ya".

Definitivamente, nunca he conocido a alguién tan fuerte, a alguién que después de estar ingresado dos meses, después de siete operaciones, de enfermedades, de medicinas, de cicatrices; a alguién que después de pasar por todo eso es capaz de suplicar sin perder la compostura, es capaz de aceptar lo que está pasando sin nisiquiera llegar a entenderlo. Es capaz de resignarse como el más maduro de todos los hombres, porque lo és.



Cariño, mientras tú no puedas, yo mataré monstruos por tí.

4 comentarios:

Verdugo dijo...

T_T xD

mazapi dijo...

awesome

desconocida dijo...

Quizá ahora tú tengas que matar a los monstruos, pero en menos de un suspiro el los matará y con más fuerza que nunca. Qué suerte que te tenga.

Justiciero dijo...

¡Que gran texto! Me he emocionado de verdad.